La rueda de la Vida

Susana Ortega

Relatos llenos de Magia.

Hasta hace no mucho tiempo la vida de las personas dependía de la observación de lo que acontecía a su alrededor. El ritmo del ser humano seguía de manera orgánica el ritmo de la Tierra.

La rueda del año es seguir el ciclo de las estaciones, viviendo en sintonía con el ciclo de la naturaleza.

Sintonizarse, hoy en día, con el ritmo de la naturaleza ayuda a regular el reloj biológico. Se regulan ritmos circadianos (a lo largo del día) y, sobre todo, ciclos físicos, emocionales y mentales a lo largo del año y de la vida.

Celebrar los festivales de la tierra ofrece estructura y la oportunidad de ser más conscientes de lo que acontece en nuestro camino. Cada celebración puede ser aprovechada para explorar senderos vitales, profundizar, un autoconocimiento o simplemente para divertirse.

Los festivales descritos tienen un origen celta aunque muchas tradiciones del mundo tienen un mismo origen, la naturaleza. Muchas celebraciones en distintas culturas siguen el patrón del ciclo solar o ciclo lunar.

Se cree que existían cuatro celebraciones primordiales: Imbolc, Beltane, Lugnassad y Samhain. Estas cuatro celebraciones están vinculadas al fuego. Tres de ellas (Beltane, Lugnassad y Samhain) se vinculan al encuentro tribal al aire libre, en lugares escogidos por su historia o vibración, mientras Imbolc se celebraba en el interior del hogar.

A estas celebraciones se le unen Solsticios y Equinoccios que desde tiempos neolíticos han sido contempladas como tiempo de cambio.

La principal diferencia entre las cuatro principales celebraciones con los solsticios y equinoccios, tiene que ver con que la marea energética de la estación en las primeras se encuentra en su momento álgido, mientras que el tiempo solsticial y equinoccial provoca el cambio de marea.

Como imaginarás es posible aprovechar estos flujos energéticos o mareas para impulsar, concretar, atesorar o generar un cambio en la vida. Cada festividad es un tiempo donde las reglas del mundo ordinario se suspenden, donde el mundo “no visible” toma fuerza, acercando espíritu y materia; el Cielo con la Tierra.

¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?.
— Albert Einstein

Esta mirada hacia la Oscuridad como principio, además de muerte y final, cobra principal importancia para entender la propia existencia, pues es entender la muerte como algo inherente a nuevos inicios y oportunidades. Honrar la muerte es parte vital de la VIDA.

Así entendieron que el año, al igual que el día, tenia una parte luminosa y una parte oscura. No existiendo connotación negativa en esta última, ambas eran inherentes al ciclo, contrapuestas y necesarias en el viaje vital

La espiral no tiene principio ni final, pero el ritmo necesario para la vida nacía en la oscuridad, no visible para el humano.

El umbral de la puerta del año celta comienza en Samhain (en la noche del 31 de Octubre al 1 de Noviembre), tiempo en el que se navegaba hacia el invierno, se toma conciencia del final y se honra la muerte como inicio. El portal entre mundos se atenúa, permitiendo a los que residen en el otro lado acercarse. Alrededor de este tiempo se comienza a preparar la tierra para la siembra del año siguiente, es tiempo de limpiar la maleza, airear, mullir y abonar. Los seres humanos, al igual que la tierra, necesitan una preparación que los sumerja en el sueño invernal del que recogerán las semillas que brotaran en primavera. Esta celebración contempla ritos de paso, de gratitud y recuerdo de nuestros ancestros.

El sol sigue su camino, según avanza noviembre y diciembre los días se hacen más cortos, las noches se alargan; Al llegar el Solsticio de Invierno, Yule, la Oscuridad es protagonista, celebrándose en ella el renacimiento de la luz. En una magia “sostenida”, de las tres noches más oscuras del año emerge una nueva luz, con la promesa de una continuidad para la vida en el ciclo de la naturaleza. Durante este tiempo, soñar y atesorar nuestros sueños cobra especial significado, gestando lo que dejaremos aflorar en primavera.

Lentamente la luz va ganando terreno y según trascurre el mes de enero, la noche susurra aquellos cambios que acontecen y, con una mirada hacia tu interior, observas que las semillas plantadas en tu interior despiertan, agitadas por el calor que llega a la Tierra. La noche del 31 de enero al 1 de febrero es la noche de Imbolc, cuando la Diosa Brigit desciende inflamando de impulso, inspiración y sanación al corazón del ser humano, del hogar y de los campos. Tiempo para tomar conciencia que es posible hacer los sueños realidad y ponerse manos a la obra.

La rueda va tomando impulso, la energía se acrecienta, los días que comienzan a ser cada vez más largos. La primavera nace rompiendo un equilibrio entre la luz y la oscuridad.

La ruptura de este equilibrio acelera ritmos internos para manifestar lo que del interior emerge. Los campos, los animales y el ser humano cobran vitalidad y durante en esta festividad, conocida como Ostara, se celebra la fertilidad mientras las flores embellecen los campos. la Tierra regala sus fragancias.

En la efervescencia de la primavera, a caballo entre el equinoccio y el Solsticio de verano, se celebra Beltane, una celebración dedicada a la unión de Dios y la Diosa, unión de los opuestos, a la sexualidad. Danzas y canciones llenan esta festividad dedicada a la Tierra para festejar la promesa de una buena cosecha. En la noche del 30 de abril al 1 de mayo los velos entre mundos son muy finos, el reino invisible convive con el nuestro, convirtiéndose en un portal por donde se adentran en nuestro mundo energías feéricas, sutiles y juguetonas. En el amanecer de Beltane los antiguos subían a las colinas con el convencimiento que la plegaria hecha en la tierra se eleva al cielo.

El sol se eleva cada día más alto, la energía fluye con más y más fuerza para que en el solsticio de verano, Litha, se provoque el cambio de marea. La noche más corta del año es el resultado del triunfo total de la luz sobre la oscuridad. Comienza el verano astrológico, es tiempo de dar el último impulso antes de recoger la cosecha. Los Solsticios son tiempo de mirar hacia atrás y contemplar lo que la última marea ha traído a tu vida, porque con este nuevo paso se provoca un cambio. Un tiempo para expresar tus miedos, esperanzas y tus intenciones, asimilar lo aprendido y ser consciente de como el Sol influencia toda tu existencia.

Y la rueda gira para llegar a Lughnassad o Lammas, al final de julio/principios de agosto. El verano astrológico esta en su pico, pero a partir de este día es perceptible como los días se acortan, la cosecha ha de ser recolectada, así como la manifestación de los deseos de corazón que afloraron en Beltane. Tras la cosecha, el tiempo esparcimiento es bienvenido. En este tiempo uno accede a un mayor entendimiento de si mismo. A mí, personalmente, me encanta esta festividad por ser un tiempo en el que coincide para el reconocimiento interno y su celebración.

El verano toca a su fin para que comience el otoño. En este tiempo equinoccial los colores se acentúan y la luz dota de profundidad a lo que nos rodea. El Equilibrio se rompe atrayendo cambios, ofreciendo la oportunidad de desechar patrones obsoletos. Un tiempo para soltar e ir hacia delante. Se recogen los frutos y se agradece a la tierra su generosidad El equinoccio de otoño, Mabon, es una puerta que se abre en una nueva dirección vital. La puerta equinoccial nos encaminará hacia un final y un nuevo comienzo en la nuestra espiral personal.

Un guiño de hada,

De hada peregrina

 © Susana Ortega

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